El Rey de Copas |
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Dueño de una memoria casi fotográfica, recuerda como si fuera ayer los inicios de su carrera de piloto. En su taller mecánico de 10 de Julio, quedan los recuerdos de sus más de cien triunfos, tanto en Chile como en Perú y Argentina. Los trofeos, medallas, recortes de diarios y galardones varios que adornan su oficina, son testigos mudos de sus éxitos, los que también han sido coronados con premios como al mejor deportista del año, el que obtuvo dos veces. Esta es la historia de un hombre que desde niño quiso correr en auto, y que lo entregó todo para alcanzar ese sueño. Esta es la historia de Juan Gac, contada por Juan Gac.
Los inicios
“Yo
nací en la avenida Brasil,
esquina Alameda, donde estaban
todos quienes de dedicaban
al automovilismo. Era la época
en la que en este país
había aristocracia,
la que vivía en las
calles República, Agustinas,
Brasil, Cienfuegos y Ejército.
Estudié en el Liceo
de Aplicación, y después
de clases salía con
mi bolsón al hombro
a recorrer los distintos talleres
de los que corrían en
auto. Primero me paraba en
la puerta del negocio de don
Domingo Bondi, quien corría
en auto en el circuito sur,
cuando La Florida era campo.
Después me iba al taller
del señor Callieri,
de ahí a la calle Moneda
donde Tito Vivar, que era un
mecánico, le preparaba
el auto a don Miguel Nacrur
y a Francisco Lasalvia. Así seguía
haciendo un recorrido que repetía
todos los días. Nadie
me conocía, yo sólo
miraba y me preguntaba si algún
día iba a poder correr
en esos autos. Lo que pasa
es que mi padre corría
en moto, fue fundador del Santiago
Moto Club, y él me transmitió la
pasión por el automovilismo.
Era la década del ’40,
y tenía entre 12 y 14
años”.
El casi Debut
“A los 15 años, ansioso por correr, tomé ‘prestado’ el auto de mi papá, un Chevrolet 1928 descapotable, para competir en el circuito de Quinta Normal. En esa época no se usaban cascos ni cinturón de seguridad. Como era muy chico para competir, me conseguí prestada una chaqueta de cuero que me llegaba hasta los tobillos, para así verme más grande. En eso se me acercó el director de la prueba, don Salomón Cliper, y me preguntó de quién era el auto. Yo le dije que era de mi papá y que él andaba por ahí. Hice como que lo buscaba hasta que los carabineros se llevaron el auto en prenda. Se corrió la carrera y yo me fui caminando, todo desilusionado. Mi papá, que se había dado cuenta de que le había sacado el auto, estaba parado en una curva. Me vio y me dijo: ‘Sabía que estabas aquí, por qué no me avisaste, habría partido manejando yo y después te habría pasado el auto’. Ahí me di cuenta de que él me apoyaba”.El Primer Triunfo
“Mi
hermana pololeaba con Roberto
Cardemil, quien tenía
un Ford ’40 que usaba como
taxi. Un día se lo pedí
prestado para correr en el Parque
Cousiño, actual O’Higgins.
Le instalé un motor mejor
que tenía y partimos.
Llegamos con el letrero de taxi
puesto y los neumáticos
lisos, y al vernos la gente se
reía. La partida fue en
la calle Bouchef, la que tenía
el pavimento recién puesto.
Le dije a Cardemil que nos pusiéramos
al medio para que el auto no
patinara. La estrategia fue un éxito
y finalmente ganamos la carrera.
No alcancé a bajarme del
auto y la gente me tomó para
llevarme en andas. La prensa
reconoció mi hazaña,
incluso un diario tituló con ‘El
triunfo más celebrado
fue el del piloto Juan Gac, demostrando
una extraordinaria pericia’,
y no era para menos, porque le
había ganado a Peter Cube,
quien venía de ganar importantes
carreras en Perú. Ahí quedé
metido definitivamente en las
carreras”.
Su Primer Auto
“Aunque
ya había ganado una carrera,
el problema era que seguía
sin tener un auto. Había
una carrera de Santiago-Arica,
a la que fuimos con el taxi de
Cardemil. En esa época
estaba sólo pavimentado
hasta La Serena. En el primer
tramo quedé en pana en
Polpaico, en la cuesta del Melón,
en todas partes. El primero en
llegar a La Serena lo hizo a
las 11 de la mañana y
yo llegué como a los 11
de la noche. Nadie preguntó por
nosotros, fue de una frialdad
absoluta. Si hubiera tenido más
experiencia me hubiera devuelto
a Santiago, pero no lo hice.
A la mañana siguiente
partimos hasta Copiapó,
y lo mismo, quedamos en pana
innumerables veces. A Antofagasta
incluso llegué
una hora antes de la largada,
y a Arica llegué a las
tres de la mañana. Luego
de la premiación se fueron
todos y con mi amigo quedamos
tirados, ya que no teníamos
plata. Ahí me encuentro
con Eugenio Velasco, que tenía
un taller y conocía a
mi papá. El me llevó al
diario ‘La Concordia’,
en donde escribieron un artículo
sobre nuestra historia. Se hizo
una colecta y con eso volvimos
a Santiago. Cuando íbamos
en el camino un corredor estaba
en pana y paramos a ayudarlo.
Tenía el diferencial roto
y no había nada que hacer,
pero me dijo que lo ubicara en
Santiago. Era Raúl García
y vivía en Carrascal.
Un día lo fui a saludar
y me prestó su auto para
que lo corriera, era un Ford ’38.
Lo remolqué a mi garaje
y de a poco lo fui arreglando
hasta que obtuve mi primer triunfo
en un circuito en el año
69”.
La Leyenda
“Con los años me compré en argentina una ‘liebre’, un Renault Torino, conocido así por lo rápido. Con ese auto empecé a ganar más carreras. Eso hasta que en 1977 viajé a Estados Unidos a comprar repuestos para mi taller. No sabía nada de inglés, pero pedía los catálogos y apuntaba con el dedo lo que quería, y así me hacía entender. Después de ese viaje salí campeón inmediatamente en Las Vizcachas usando un motor V8, que era inédito en el mercado nacional. Pero sin duda una de las carreras que recuerdo con más cariño fue la 24 horas de Daytona de 1995. Ahí competí con un equipo chileno para lo que compré un auto de la Serie World Cars, que me salió una fortuna. Esa vez terminé octavo de 100 participantes, y el ganador fue Paul Newman”.
La Leyenda
“Con los años me compré en argentina una ‘liebre’, un Renault Torino, conocido así por lo rápido. Con ese auto empecé a ganar más carreras. Eso hasta que en 1977 viajé a Estados Unidos a comprar repuestos para mi taller. No sabía nada de inglés, pero pedía los catálogos y apuntaba con el dedo lo que quería, y así me hacía entender. Después de ese viaje salí campeón inmediatamente en Las Vizcachas usando un motor V8, que era inédito en el mercado nacional. Pero sin duda una de las carreras que recuerdo con más cariño fue la 24 horas de Daytona de 1995. Ahí competí con un equipo chileno para lo que compré un auto de la Serie World Cars, que me salió una fortuna. Esa vez terminé octavo de 100 participantes, y el ganador fue Paul Newman”.
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